Día del maestro

Día del Maestro

¡¡¡FELICIDADES!!!!

Hoy es un gran día. El día de los maestros.

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Nuestro Maestro es Jesus. Él nos tien en cuenta a cada una de las personas. Por ello nos enseña con ejemplos que podemos enteneder.

Aquí hay uno de ellos.

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Del santo Evangelio según san Marcos 4, 1-20
En aquel tiempo Jesús se puso a enseñar a orillas del mar. Y se reunió tanta gente junto a él que hubo de subir a una barca y, ya en el mar, se sentó; toda la gente estaba en tierra a la orilla del mar. Les enseñaba muchas cosas por medio de parábolas. Les decía en su instrucción: Escuchad. Una vez salió un sembrador a sembrar. Y sucedió que, al sembrar, una parte cayó a lo largo del camino; vinieron las aves y se la comieron. Otra parte cayó en terreno pedregoso, donde no tenía mucha tierra, y brotó en seguida por no tener hondura de tierra; pero cuando salió el sol se agostó y, por no tener raíz, se secó. Otra parte cayó entre abrojos; crecieron los abrojos y la ahogaron, y no dio fruto. Otras partes cayeron en tierra buena y, creciendo y desarrollándose, dieron fruto; unas produjeron treinta, otras sesenta, otras ciento. decía: Quien tenga oídos para oír, que oiga. Cuando quedó a solas, los que le seguían a una con los Doce le preguntaban sobre las parábolas. Él les dijo: A vosotros se os ha dado el misterio del Reino de Dios, pero a los que están fuera todo se les presenta en parábolas, para que por mucho que miren no vean, por mucho que oigan no entiendan, no sea que se conviertan y se les perdone. Y les dice: ¿No entendéis esta parábola? ¿Cómo, entonces, comprenderéis todas las parábolas? El sembrador siembra la Palabra. Los que están a lo largo del camino donde se siembra la Palabra son aquellos que, en cuanto la oyen, viene Satanás y se lleva la Palabra sembrada en ellos. De igual modo, los sembrados en terreno pedregoso son los que, al oír la Palabra, al punto la reciben con alegría, pero no tienen raíz en sí mismos, sino que son inconstantes; y en cuanto se presenta una tribulación o persecución por causa de la Palabra, sucumben enseguida. Y otros son los sembrados entre los abrojos; son los que han oído la Palabra, pero las preocupaciones del mundo, la seducción de las riquezas y las demás concupiscencias les invaden y ahogan la Palabra, y queda sin fruto. Y los sembrados en tierra buena son aquellos que oyen la Palabra, la acogen y dan fruto, unos treinta, otros sesenta, otros ciento.

San Marcos 4, 1-20

Una de las lecciones del Evangelio de hoy es la paciencia del Señor como maestro. Empieza el texto diciendo: “se puso a enseñar otra vez”. Porque Jesús se adapta a nuestra condición y sabe que las cosas hay que repetirlas muchas veces. Va cambiando los ejemplos, esas parábolas que son un prodigio de sabiduría por su sencillez y profundidad. Sí, el Señor nos dice las cosas una y otra vez. Busca un lenguaje que todos puedan entender.

Precisamente, su forma de hablar es sintomática. Jesús no utiliza un lenguaje extravagante sino que toma imágenes de la vida cotidiana que todos pueden captar enseguida. Pero el evangelio muestra que eso no es suficiente, porque los apóstoles no acaban de entender el sentido de esas enseñanzas. Eso es muy significativo. Pero Jesús no los rechaza, sino que les dedica tiempo y les desgrana poco a poco el sentido de todo lo que acaba de decir. No es una excepción en su vida. Lo hará en otras ocasiones y podemos pensar que era un comportamiento habitual en Él. Incluso resucitado se aparece a los discípulos que iban tristes hacia Emaús y les desentraña el sentido de las Escrituras que no habían comprendido. Jesús es nuestro maestro.

Junto a Jesús maestro aparecen los discípulos como alumnos. También nosotros nos podemos ver en ellos. Lo primero que vemos es que hay que querer aprender. De hecho su actitud es ya una manera de responder a la parábola que han escuchado. Jesús ha hablado de diferentes terrenos en los que cae la semilla del Evangelio. Según el terreno será la cosecha. Los apóstoles, al pedir que se les explique lo que acaban de oír están roturando su parcela. Quieren que la semilla penetre perfectamente en su corazón para que pueda dar fruto. De ahí su interés en entender bien al maestro.

La segunda enseñanza que vemos en ellos es que preguntan en privado. Es decir, llevan a su oración, en el diálogo personal con el Señor, lo que les ha sido predicado. No quieren ser de los que oyen pero no entienden, ni de los que miran pero no ven. Una queja frecuente entre cristianos es que cuesta entender la voluntad de Dios. Me recuerda a los alumnos que dicen eso de algunas materias o profesores. Pero ellos no ponen nada de su parte: no se esfuerzan en el estudio personal, ni plantean sus dudas, ni buscan la manera de comprender mejor lo que han de estudiar. Su apatía se acaba convirtiendo en la causa de su incomprensión.

Jesús habla para ser entendido. Quiere comunicarse con los hombres y darles a conocer los secretos de su corazón. El lenguaje utilizado nos indica su gran deseo de entrar en coloquio con los hombres. Por eso utiliza figuras tan cercanas. A partir de ellas podemos hablar con Él. Es más, descubrimos que cualquier aspecto de nuestra vida, que puede parecer anodino o irrelevante, puede ser un buen inicio para nuestra oración.

Que la Virgen María, que guardaba todas las enseñanzas de Jesús en su corazón y las meditaba, nos ayude a comprender mejor la palabra de Jesús para que seamos tierra fértil en la que la Palabra de Dios dé fruto abundante.

Terminamos rezando la Oracuión que Jesús nos enseñó.

Padrenuestro.

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